El Museo de la Inquisición en Palermo cuenta la historia del siglo XVII de la ciudad

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Se compensará, si se consigue verdaderamente hacer de este edificio un museo y un centro de investigación, de debate, de encuentro que es a lo que tiendo con gran determinación. Yo quisiera que se confrontaran las religiones que han tenido una vida muy conflictiva en el pasado, las primeras de todas, las tres religiones monoteístas del Mediterráneo, en el fondo es lo que dice la placa puesta por el rector Roberto Lagalla, en ocasión de la visita de Giorgio Napolitano: “ Este que vio recluidos judíos, luteranos, musulmanes, quietistas, renegados, nigromantes, curanderos, blasfemos y hoy lugar de diálogo entre religiones, pueblos y culturas”.

¿Cuándo se concluye esta triste página de nuestra historia?
 

El 16 de marzo de 1782 se firmó el decreto de abolición del tribunal del Santo Oficio y el virrey Caracciolo lo cumplió el día 27 del mismo mes, considerándolo un gesto revolucionario, equivalente a la toma de la Bastilla. Informó con orgullo a sus amigos franceses, dio noticia personalmente a su amigo D’Alembert con una carta en el “Mercure de France” el 1 de junio de 1782, confesando deber por una sola vez “agradecer al cielo por haberlo sacado de París para servir a esta gran labor”; sacó de la cárcel a una docena de condenados, polígamos, “herejes formales”, “sortílegas reincidentes”.Un año más tarde el archivo completo del Tribunal fue- desgraciadamente-incendiado. Sin embargo fue posible, no obstante la quema del archivo conocer la historia del tribunal y de sus inquiridos palermitanos a través de la correspondencia entre el tribunal palermitano y la Suprema y general Inquisición con sede en Madrid, conservada en el Archivo nacional español. Se trata de 6393 procesos que Maria Sofia Messana ha conseguido censar, informatizar en una banca de datos y estudiar, ofreciéndonos insustituibles elementos de conocimiento de la actividad del tribunal.

 

 

 

 

 

 

-bottom: 0cm; font-weight: normal”>Porque los prisioneros eran creyentes, los herejes no eran ateos. Lo único es que no profesaban la religión católica que para los jueces era la única “verdadera fe” diferente y superior a las demás, consideradas como “sectas” que hacía falta “confundir” y “convertir”, la iglesia del tiempo se arroga el monopolio de la Salvación. Entre la muchas imágenes sagradas pintadas encontramos sobre todo la pasión de Cristo y muchos santos martirios. La razón es muy sencilla, los penitentes consideran la cárcel como el Calvario personal que los asemeja a Cristo y a los santos que por fe dieron la vida. Se convencen de estar en una especie de purgatorio, pero cuentan con la esperanza de la salvación como se lee en una frase escrita dejada en una celda: “ogni peccato al fin giustizia aspetta” y también en un muro otro escribe: “Nixiti di spiranza vui chi intrati”…

 

Pensando en los métodos de tortura previstos para las mujeres, ¿es posible hablar de feminicidio?

No, las mujeres de nuestro tribunal sufrían menos que los hombres la tortura de la cuerda, no eran desnudadas y los médicos antes se acertaban de si estaban embarazadas y se exentaba a las más viejas de la tortura atroz. La caza a la brujería ha sido objeto de estudio de Maria Sofia Messana y en el libro Inquisitori, negromanti, streghe nella Sicilia moderna sostiene que en Sicilia esta es una práctica fundamentalmente de hombres. Nuestras brujas eran más bien unas médicas y se dedicaban a la magia blanca, una magia ad amorem ( y no ad mortem) que servía para que volviera el amado, para favorecer un embarazo, para proteger a los recién nacidos. Aquí en Sicilia las hogueras de brujas no fueron muchas.
 

¿Cuál es el valor de estos testimonios desgarradores?

Dentro de aquella cárcel y en las paredes hay fuentes para la historia de la lengua, de la alfabetización, del conocimiento religioso, de las devociones, de la historia de los indumentos, hay una iconografía riquísima, desde los santos hasta la genealogía de Cristo, hasta la batalla de Lepanto, en resumen hay un pequeño tratado de la cultura del siglo XVII, no exclusivamente siciliana. Y si se considera Palermo una encrucijada del Mediterráneo, nos damos cuenta de que posee con una gama de informaciones que es verdaderamente riquísima.
 

En una cela se lee “O tu che trasi ccà chi speri?” Hoy el Steri compensa su triste memoria, sede del rectorado de la universidad de Palermo y, pronto, del museo de la Inquisición.

A lo largo de los siglos reacciones y protestas contra el excesivo poder de la Inquisición también se alzaron por parte del Senado palermitano e incluso por algunos virreyes. La lucha contra la “eretica pravità” de los hebreos convertidos al cristianismo (los neófitos), no se sentía de manera especial en Sicilia. En 1492 el edicto de expulsión de los judíos de España había provocado, más bien, la contrariedad del Senado palermitano y del mismo virrey, preocupados por el daño que estas medidas drásticas habrían causado a la economía y al comercio siciliano. La solución de solicitar la conversión de los judíos a la religión católica, recibir el bautismo y ser considerados ciudadanos y súbditos, y sobre todo, conservar parte del patrimonio pareció razonable a muchos sicilianos y fue aceptada por los judíos como una necesidad amarga. Pero en 1500 Antonio la Peña, regio inquisidor de Sicilia, emitió un edicto de gracia con el que pidió la colaboración de todos los buenos cristianos para denunciar y rebelar a estos presuntos herejes y a todos los que los que se dedicaban a esconderlos, los ponían a salvo, les aconsejaban, los sostenían de cualquier modo posible. Comenzaron a encenderse las primeras hogueras (son ya 39 en 1513). El parlamento siciliano de 1514 levantó una gran protesta y pidió una limitación de la jurisdicción inquisitorial. Dicha solicitud quedó sin contestar y los inquisidores, que ya abusaban de los bienes confiscados a los condenados, fueron nombrados, encima, guardianes de dichos bienes y sus competencias se extendieron hasta los aspectos patrimoniales de las pesquisas judiciales.

¿Cuál era la práctica judicial?

El inquisidor emanaba el edictum fidei y pedía a los fieles que denunciaran a todo aquel que fuera sospechoso de herejía, que mantuviera “comercio” con el demonio o poseyera libros prohibidos. El presunto reo era capturado sin aviso previo; solo a las personas de rango se les entregaba, en cambio, una orden de presentación. Oficiales y familiares del Santo Oficio se ocupaban de encontrar pruebas y testimonios de culpabilidad y el notario procedía al inventario de los bienes del presunto reo, secuestrándolos preventivamente y conservándolos bajo custodia. Con el primer interrogatorio del imputado, de los testigos y del reconocimiento de los lugares, se cerraba la fase del proceso informativo y se abría la fase defensiva con nuevos interrogatorios.

El recorrido del proceso se cubría con el máximo secreto. Secretas eran las acusaciones y los testigos, a causa de esta reserva, también se podían usar las informaciones recogidas en confesión. Las sentencias eran inapelables, no existía una segunda instancia del juicio, aunque fuera repetidamente solicitada, junto a la abolición de los testigos secretos; los inquisidores justificaban los veredictos solo de cara a la Suprema. La tortura era el instrumento para alcanzar la prova plena del delito. Por su trámite se llegaba a la sentencia de absolución (con fórmula plena o ad cautelam) a la que seguía el auto de fe.
 

¿Qué era el auto de fe?

Una ceremonia de rehabilitación pública, durante la cual se desfilaba en procesión por las calles de la ciudad, llevando en la mano la palma (“el justo florecerá como la palmera”, recitan los Salmos) y una vela, y simboliza la luz interior de la fe. El penitente se reconciliaba así con la fe, habiéndose retractado de esta manera de sus errores doctrinales. Digamos que era un acto público de recomposición de la unidad de los cristianos y de readmisión en el seno de la iglesia de todos los que habían sido excluidos, estos venían ahora absueltos pronunciando una abiura de levi, por las culpas menos graves o también de vehementi, que sí, reconciliaba al imputado, pero le imponía llevar el sambenito por un cierto tiempo, lo sometía al control continuado del tribunal, le secuestraba los bienes, lo interdecía de los oficiales públicos, no podía redactar actos públicos, en una palabra, le sustraía la responsabilidad civil. Esto por un delito de naturaleza religiosa, por sus errores de fe. Si se trataba de un reincidente, excomulgado en un proceso anterior al que se le había aplicado una abiura, el condenado , recaído en los mismos errores, era excomulgado y considerado impenitente y pertinaz, relapso al brazo secular que se habría ocupado de la ejecución de su sentencia capital.
 

¿Y entonces la hoguera?

Sí. No pudiendo mandar a muerte a un “hermano en Cristo” los jueces del Santo Oficio confiaban al reo al brazo de la justicia secular que se ocupaba de encender la hoguera en el Piano della Marina, enfrente del Steri, en el Piano di Sant’ Erasmo o en el Piano de la Catedral. A la hoguera se enviaban judío aspectos mágicos llevan a la adoración del diablo, a la misa negra, etc. Por esta razón se procesan 90 imputados que sumados a los 976 procesados por brujería forman un contingente de 1066. Sin embargo, es la blasfemia la que recluta un contingente aún mayor, como demostración de la vocación pedagógica del tribunal, entre los 636 blasfemos también están aquellos a los que se les ha escuchado decir “ Santu diavuluni!”, imprecación muy difundida en la isla. Por lo tanto comenzaba el proceso por una blasfemia, pero luego terminaba siendo castigado como un nigromante porque aquel “santo diavuluni” se consideraba una invocación al diablo, por lo tanto un caso jurídico extremadamente grave. Otro delito perseguido de manera particular es la bigamia y también la trigamia y la cuatrigamia, son sobre todo marineros, soldados y mercaderes. Los otros delitos son de naturaleza sexual (fornicación, sodomía y la sollecitatio ad turpia a manos de sacerdotes).
 

¿Cuáles eran las torturas practicadas dentro de esta cárcel?
 

La tortura es otro aspecto de esta técnica judicial, pero aquí no eran feroces. La tortura del tribunal de la Inquisición siciliana era la de la cuerda. De un travesaño colgaba una cuerda, se tiraba la víctima con las muñecas atadas por detrás de la espalda, causándole así luxaciones en los brazos y en los hombros. Duraba treinta minutos, el tiempo se medía con una clepsidra y durante la “suministración del tormento”, como lo definen las fuentes, el verdugo exhortaba al reo a confesar y a decir la verdad. Antes de la tortura el médico veía al prisionero y si lo encontraba en condiciones de sufrir la tortura se registraba que si sucedía algo durante los treinta minutos había que imputárselo al prisionero. Dicha pena se llegaba a suministrar hasta tres veces. Era una cárcel hecha para sufrir, pero no para morir. Recuerdo un caso donde un renegado, no queriéndose arrepentir, comienza la huelga del hambre. Está muy debilitado y, el inquisidor en persona lo va a ver a su celda y lo exhorta para que coma, hasta el punto que acepta la petición del renegado, es decir recibir la comida, arroz y dátiles, a través de unas manos musulmanas. La tortura era el instrumento a través del que se obtenía la confesión y con esta la prueba plena del reato. Tras la tortura, si se confesaba, se condenaba. La pena más difundida era la de remar en las galeras, pero los remeros no resistían más de cinco años en las duras condiciones de las galeras y, por lo tanto, condenarlos a siete-diez años en las galeras equivalía a una condena a muerte. Un segundo castigo era el exilio o también se podía ser recluido temporalmente en un hospital, un convento o incluso condenados a prisión perpetua. Entre los castigos más atroces claramente se encontraba la hoguera.

Blasfemos, brujas, herejes pero en las celdas se encontraban oraciones y expresiones de devoción.

Presentamos la entrevista a la historiadora Giovanna Fiume, consultora del Rector para el museo de la Inquisición española que se está constituyendo en Sicilia y profesora de Historia Moderna de la Universidad de los Estudios de Palermo.

El museo que se está constituyendo de la Inquisición, surgirá en los espacios destinados un tiempo a cárcel de los penitenciarios. Protagonistas indiscutibles del espacio museístico son los grafiti y los dibujos dejados por los prisioneros de la Inquisición del Steri de Palermo. Para saber más sobre “el más vivo y directo testimonio del drama que la Inquisición fue para los pueblos a ella sometidos”, como el mismo Leonardo Sciascia consideró dichos testimonios, hemos entrevistado a la historiadora Giovanna Fiume, consultora del Rector para el museo de la Inquisición española que se está constituyendo en Sicilia y profesora de Historia Moderna en la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Palermo.

Por Anna Casisa

Profesora Fiume, ¿qué fue la Inquisición en Sicilia?

La Inquisición de rito español fue un tribunal de fe instituido por Fernando e Isabel de España para perseguir las herejías, con la finalidad de adecuar la corona a la lógica unitaria de un rey, una fe, una ley. Se expandió en la isla en 1487 y comenzó a funcionar de manera regular solo cuando, alrededor del año 1500, contó con recursos económicos. Pero quisiera recordar que en Sicilia, desde la Edad Media se había ejercido la Inquisición obispal y desde el siglo XIII los inquisidores habían sido delegados por el Papa (Inquisición legatina). La jurisdicción sobre los delitos de fe normalmente era ejercida por el obispo, coadyuvado a veces por los inquisidores papales. El rey Fernando II de Aragón se avalaba del privilegio de la Apostólica gracia, concedido por Urbano II a Ruggero I en el año 1098 según la cual los soberanos de la isla eran “ legados nacidos” del pontífice. Los reyes de Sicilia podían reinvidicar de tal manera el control de toda la materia eclesiástica y, en 1579, Felipe II instituyó el Tribunal de la Monarquía con derecho para intervenir en todas las controversias relativas a las relaciones entre los foros laicos y los foros eclesiásticos. En virtud de tal privilegio ningún acto de la Santa Sede podía tener vigor sin las cartas ejecutivas del Virrey. Por lo tanto, tenemos en la isla un tribunal de fe, que no está a las dependencias del Papa o de la autoridad eclesiástica, sino de la monarquía española.

¿Quiénes eran los inquisidores?

Los inquisidores eran españoles, no a la fuerza aristocráticos. Su nacionalidad fue una de las causas por las que la Inquisición en Sicilia no fue bien recibida. Estos jueces nos y luteranos, musulmanes y nigromantes, no solo las brujas. De todas formas, es necesario, dar la dimensión justa para Sicilia del persistente estereotipo de la bruja; aquí mujeres y hombres entregados a un rico acumulamiento de prácticas mágicas, no confiesan el aquelarre, ni emparejamientos diabólicos y acaban en pocos casos en la hoguera.
 

¿Contra qué delitos de fe se ejercita el Santo Tribunal?
 

La primera hondada represiva fue contra los judíos (cripto-judaísmo): hubo 30 hogueras ya en 1513. Dado que el edicto de expulsión de los judíos de España les había permitido mantener parte de sus bienes y conservar la vida en el caso en el que se convirtieran, muchos fingiendo que lo habían hecho, continuaban manteniendo usos y prácticas religiosas de su vieja fe. Pero el Santo Oficio sospechaba de manera especial de los neófitos y aceptaba de buena manera las delaciones de los vecinos que no veían el humo en la chimenea durante el shabbath o sindicaban las costumbres alimentarias. Fueron 1965 los “judaizantes” procesados y entre ellos solo 5 fueron absueltos. Entre los criminales de fe también encontramos a los renegados, es decir, los que capturados por los turcos y llevados como esclavos a Barberia, se convertían al Islam y, si eran reconducidos a la patria se consideraban culpables por haber justamente renegado la verdadera fe, como el joven Francesco Mannarino. Era fuerte, entre el siglo XVI y XVII, la atracción por el Islam no solo por parte de quien quería disertar o huir de la justicia o de las deudas, sino también por parte de quien deseaba una religión más libre en países conocidos por sus oportunidades de riqueza y de movilidad social que premiaban la audacia y la ambición. Muchos funcionarios de la Grande Porta eran cristianos renegados y se convertían en bajá, alcaide, rais de barcos corsaros, genízaro, gran visir. Por estas razones muchos cristianos se convertían en “Turcos de profesión”, como los llama un fraile enviado a estos países para rescatarlos, se convertían al Islam por conveniencia, para aligerar su estado de esclavitud, “por el placer de la vida libre y de los vicios de la carne donde los turcos viven”. Y notoriamente “con turca viene Mahoma”. Son 846 los renegados que se presentan ante los inquisidores que como mucho absuelven (392) y reconcilian (282). También encontramos poco a poco a los protestantes: en 1541 se pronuncia la primera condena a muerte por herejía luterana. Pero a los herejes en sentido estricto se añaden los 496 sospechosos a los que se les atribuyen proposiciones heréticas sin que se consiga encuadrar exactamente de sus deposiciones sus ideas religiosas dentro de herejías codificadas. Constituye una culpa pronunciar la frase: ¿Quién ha vuelto alguna vez del Infierno con los pies quemados? O también afirmar que la Virgen era una profetisa o incluso pensar que la fornicación no sea pecado. La herejía se mezcla frecuentemente con la magia, cuando los